A propósito del día internacional de la mujer indígena varias instituciones han enviado sus saludos alusivos a esta fecha tan importante. Coincido parcialmente con algunos mensajes cuando señalan que no hay nada que celebrar ya que somos una de las poblaciones más afectadas por el COVID-19 por lo que muchas de las sabias nos están dejando y sin mencionar otras situaciones que nos mantienen en una situación crítica de vulnerabilidad. 

Sin embargo, a pesar de estas observaciones muy válidas y reales, también es muy cierto que hemos logrado grandes avances hacia una vida más digna. Muestra de ello es que, de un tiempo a esta parte, ha aumentado el número de mujeres indígenas que son profesionales, incluso, siendo profesionales o no, también hay un número creciente de mujeres que se encuentran ocupando cargos políticos, dirigenciales o cargos comunales, las que ocupan estos cargos siguen siendo pocas para lo que debería, sin embargo, llegar a ese nivel no ha sido fácil.

La conquista de estos espacios de participación y representación ha sido, es y seguirá siendo un proceso difícil, ha significado rebelarnos a veces contra nuestro propio pueblo, que sostiene que las mujeres debemos estar en casa cumpliendo con nuestro rol procreador y subyugada al esposo, ha significado luchar contra el sistema que señala que las mujeres indígenas somos brutas, que no contamos con las capacidades que tiene una mujer no indígena, ha implicado levantarnos y hacer frente a la pobreza y la desigualdad que nos mantiene con pocas o nulas oportunidades para acceder a estudios universitarios, tener un trabajo digno y por ende a una mejor calidad de vida. Estos pequeños pasos personales pero grandes avances a nivel colectivo han sido posibles gracias al enorme esfuerzo que significa vencer nuestros miedos, destrozar nuestros prejuicios, sobre todo ha significado rebelarnos contras nosotras mismas y transgredir los límites que la sociedad nos ha impuesto.

La pandemia por la que estamos atravesando les ha dado la oportunidad a las mujeres de demostrar que además de ser madres ejemplares y sólidos pilares de la economía familiar, somos extraordinariamente sabias. Mery Fasabi, Marisela y Lissete Vergaray son solamente algunas de tantas sabias que con su gran conocimiento condesados en sus recetas vienen aliviando los síntomas del mortal COVID-19 a sus hijos, nietos, sobrinos, y todo aquel que lo requiera.

Las mujeres indígenas con nuestros conocimientos ancestrales sobre las plantas medicinales que nos han sido transmitidas por nuestras abuelas estamos luchando contra el nuevo coronavirus, con nuestra fuerza estamos enfrentando a la pobreza, a la desigualdad, a la violencia, muchos años de exclusión y discriminación.

No hay nada que celebrar, es más bien un día para conmemorar y reflexionar, es cierto, pero yo prefiero hacerlo viendo el futuro con optimismo, al ver lo mucho que hemos avanzado, sintiendo en mi pecho todo el orgullo por aquellas que nos antecedieron y las muchas que siguen hasta hoy en la lucha diaria, desde el rinconcito de su casa o en un cargo público o notorio.

Este orgullo nos permitirá alimentar nuestra resistencia, nuestro aporte como mujeres indígenas no solo ha sido y es mantener la continuidad física de nuestras comunidades sino también la estabilidad ética, espiritual y cultural de nuestros pueblos.